un entierro, un duelo más...
Y van... (ojalá) los suficientes.
Esta última me encontró más experta, desapegada.
Lo necesariamente distante como para ser ejecutiva.
Indispensable para atravesarlo sola.
Esa distancia no neutralizó la tristeza ni el regreso de la angustia cíclica.
Pero sí me permitió aprender.
Registrar que cada partida vuelvo a todas.
Que cada llanto es por cada uno, por todos.
Pero que la angustia, siempre es de la primera.
Y esa no se va.
Todavía...
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